Algunos todavía somos de la época en la que se estudiaba francés en el instituto como lengua extranjera principal. Entre esta circunstancia y mi interés desmedido por las carreras ciclistas de tres semanas descubrí, por casualidad, que tanto en las fotografías antiguas como en las más modernas podía leerse una misteriosa inscripción en el maillot amarillo que portaba el líder del Tour de Francia. En ocasiones puedes llegar a pensar que la inscripción no está ahí, pero, si observas detenidamente al corredor que lleva ese maillot de líder, acabarás por encontrar los símbolos a los que me refiero.
Tratándose del líder del Tour de Francia y teniendo en cuenta mis conocimientos de francés interpreté que aquellos símbolos se correspondían con una frase que empezaba por Je (yo en castellano) y que continuaba con un símbolo extraño que acabé por imaginar que era un corazón invertido. Tampoco fui más allá en la investigación sobre esta simbología.
También me gustaban por aquella época las películas de Roger Corman o las protagonizadas por Vincent Price, Peter Cushing y Christopher Lee. Y descubrí en el mundo del ciclismo a un señor que, a la vista de las fotografías suyas que podían encontrarse en los libros, bien podría haber protagonizado películas de terror o versiones de cuentos de Edgar Allan Poe, junto a estos actores, según mis pobres conocimientos sobre fisonomía y el mundo del cine.
Acabé por averiguar que nuestro desconocido, antes de dedicarse al ciclismo, estableciendo el primer récord de la hora, en 35,235 kilómetros con una bicicleta de 12 kilos, había trabajado como empleado en una notaría, era un convencido del beneficio social que suponían las bicicletas y hasta publicó un libro titulado “La tête et les jambes” (La cabeza y las piernas, en castellano). Trabajó también como director de publicidad y constructor de velódromos antes de llegar a dirigir el diario L’Auto-Vélo, en un contexto de tremenda rivalidad con el periódico Le Vélo. Tras problemas judiciales entre ambas publicaciones, un fallo judicial prohibió a L’Auto añadir la palabra Vélo en su nombre y el director de periódico tuvo que ingeniárselas para seguir vendiendo ejemplares.
Charles Baudelaire era un gran admirador de Edgar Allan Poe, al que tradujo en numerosas ocasiones, siendo el artífice de la introducción de la obra del autor norteamericano en Francia y posteriormente en Europa. El poeta francés dijo de Poe que encontraba en este autor “frases que yo había pensado, escritas por él veinte años antes”. Nuestro todavía desconocido amigo, no tuvo ocasión de interpretar versiones de cuentos de Poe en el cine, como yo imaginaba por las fotos que había visto de él, pero curiosamente, junto a sus compañeros de aventura, hizo nacer el Tour de Francia, el 20 de noviembre de 1902, en la misma mesa (la número 9) en la que Baudelaire se sentaba, habitualmente, en el Café de Madrid, perteneciente al grupo de brasseries Zimmer, en el número 8 del Boulevard Montmartre. Sus colaboradores se llamaban Géo Lefèvre (propuso la idea) y Victor Goddet (financió la locura). Un nacimiento que tuvo lugar para salvar un periódico.
El 1 de julio de 1903, nuestro hombre escribió un artículo titulado “La semilla” en el que, entre otras cosas decía: “.....estos hombres que......ambicionan ser algo, aunque sólo sea a través del músculo, lo que es mejor que no ser nada en absoluto....... Durante tres semanas seréis sembradores de energía, a cuyo paso triunfará de nuevo la fe deportiva. ”
El creador y primer director del Tour era austero, heroico (a los 52 años se alistó e insistió en que le enviaran al frente) y en el ciclismo inventó los equipos nacionales, las caravanas publicitarias y las contrarrelojes. Cuando enfermó confió la dirección del Tour de Francia a Jacques Goddet, hijo de su compañero Victor. El año de su muerte, 1940, no hubo Tour de Francia por culpa de la guerra. Desde 1948, una estela lo recuerda en lo alto del Col du Galibier. Este hombre es menos conocido que el barón Pierre de Coubertin, pero, sin embargo, es una figura igual o superior en la historia del deporte.
Je y el corazón invertido resultaron no ser lo que yo pensaba. Esos discretos, pero siempre presentes símbolos, que aparecen en el maillot que identifica al líder del Tour de Francia, a veces en la parte superior, otras en el lateral, quizás en los hombros o en la parte inferior como ocurre actualmente, no son tales símbolos, son unas iniciales: no era Je, es una H; no era un corazón invertido, es una D. Iniciales del creador del Tour de Francia, Henri Desgrange, siempre acompañando a su carrera, y qué mejor lugar que junto al líder, en el propio maillot amarillo.
Dudo mucho que la mayoría de los ciclistas que visten el envidiado maillot amarillo, en su alegría, sepan lo que representa esa inscripción y esas iniciales o incluso puede que ni hayan reparado en que están allí. Pero gracias a Henri Desgrange podemos disfrutar cada año de este maravilloso espectáculo llamado Tour de Francia. Recordemos lo que dijo Gino Bartali cuando ganó su segundo Tour de Francia en 1948: “Desde el cielo, espero que el señor Desgrange aún me vea y me tenga en gran estima.”
Nota final: No quería que la realidad me estropeara el artículo, pero hay que reconocer que desde 1983 a 2003 estas iniciales desaparecieron del maillot amarillo, aunque volvieron para quedarse en el año del centenario del Tour (2003). Por otro lado, el literario Café de Madrid, luego Café Le Madrid, ha sido transformado, al parecer, en un Australian Bar con cocodrilo y todo en el frontal de la entrada.