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Física y Política del Ciclismo por Spock 30 de Marzo de 2021 a las 22:57

Foto: Física y Política del Ciclismo. https://pixabay.com/

Hablaba Durbridge días atrás de las incertidumbres del Tour de Francia. Muchas disciplinas deportivas concitan el interés de un público más o menos numeroso en función precisamente de la emoción y excitación que sus mayores o menores grados de incertidumbre puedan despertar. En la competición siempre hay algún espacio para el resultado inesperado fruto de circunstancias variables como el esfuerzo, la estrategia, los errores, las lesiones o la meteorología. Y hablo aquí del deporte profesional o mal llamado “de élite”, ese que gustamos de presenciar como espectadores, no digamos ya en el deporte aficionado.

Los deportes individuales son los menos proclives a la sorpresa y, en general, gana casi siempre quien es favorito. Esta regla es tan fuerte que quien gana de forma imprevista suele convertirse en el próximo favorito. En los deportes de equipo entran en liza aspectos de coordinación y táctica que, al menos en la teoría, deberían dar un mayor dominio de variabilidad al resultado. Sin embargo, esto no se evidencia en la mayoría de las disciplinas colectivas, donde también gana tozudamente el equipo favorito. Algunas, como el baloncesto o el waterpolo, necesitan introducir artificiosas reglas propiciatorias de cierta igualdad para permitir alguna opción a quien es inferior técnicamente. La regla distintiva del fútbol, que determina que la pelota siempre está ahí a disposición de quien la quiera patear y nadie esté autorizado a asirla y controlarla, aporta de manera natural y extremadamente simple un factor de impredecibilidad que permite que la inferioridad técnica o física pueda ser superada por el esfuerzo, la anticipación, la disposición topológica o la gestión de los tiempos. Esto posibilita aquello de que cualquiera pueda ganar a cualquiera (“no hay enemigo pequeño”) y es lo que hace, en mi opinión, del fútbol el deporte con más numerosos y apasionados seguidores.

El ciclismo, a primera vista, es un deporte individual. Se organiza de forma colectiva, aunque los equipos parecen más bien grupos construidos para dar cobertura y apoyo a un líder que es el designado para luchar por la victoria. ¿Por qué, entonces, existen tantos movimientos estratégicos, alianzas, emboscadas, escapadas, ataques y contraataques, directores que discuten y negocian? La dinámica del ciclismo es muy sencilla. Aparte de la resistencia a la rodadura, las resistencias mecánicas y la inercia, que son poco significativas, dos son las fuerzas que se oponen al avance del ciclista: la resistencia de la pendiente y la resistencia aerodinámica. La primera es proporcional a la inclinación del terreno y es igual para todos, más allá de diferencias de peso y morfología de los corredores, poco relevantes porque habitualmente un mayor peso está acompañado de una mayor musculatura. La resistencia aerodinámica, sin embargo, varía con el cuadrado de la velocidad con respecto al aire (es decir, para duplicar la velocidad es necesario superar una resistencia cuatro veces mayor) y no afecta de igual forma a todos sino que depende de la posición relativa de los corredores, como de sobra sabe quien haya pedaleado un día en grupo o haya presenciado un poco de ciclismo por televisión. Ambas fuerzas están presentes siempre, predominando la primera en tramos inclinados y la segunda en tramos llanos o descendentes. Para ganar casi cualquier carrera es necesario gestionar el esfuerzo necesario para vencer la resistencia aerodinámica de manera óptima. Y esta manera óptima es que dicho esfuerzo lo hagan otros. Por eso trabajan el resto de miembros del equipo y por eso se establecen alianzas entre distintos equipos para repartir un posible botín en perjuicio de otros a priori más capacitados para obtenerlo.

El ciclismo es pues un deporte, a veces individual, muchas veces de equipo y casi siempre político. No gana siempre el mejor corredor ni el equipo más potente, sino que en ocasiones lo hace la combinación más afortunada de capacidades físicas, técnicas, organizativas y sociales. Como la vida misma, como la política o como la guerra.